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Perderse demasiadas veces sin saber nada de nada, y caer finalmente despellejada siempre en el mismo agujero oscuro de putrefracción y muerte. En silencio, moribunda. Como un pez sin aletas, como los pájaros con alas rotas. Sólo revoloteando y revolviéndome entre espinas, esperando el día en que me quede sin sangre, sin aliento.
Quiero ahogarme.
Pienso en bisontes y ángeles. En el aire frío que condensa nuestra respiración. Pienso en el refugio del arte, en la muerte como única solución. Pienso en la infame tempestad que inunda ahora mis rincones. En la agonía de la locura y de las horas, lentas.
Sigo pensando que seis días en el fondo del océano no son suficientes. Sigo pensando que la sal sólo ahonda las heridas mientras se me vuelve cóncavo el cuerpo y mastico con rabia mi corazón.
Se me deshace la piel cuando no duermo pero tengo miedo de hacerlo. Las pesadillas me sepultan. Me rompo.
El fuego ha consumido mi cerebro.
Quiero hundirme, que el azul envuelva mi cuerpo, ser inerme al dolor. Arrancarme la vida de dentro y que florezcan árboles en mis huecos.
Que la existencia prevalezca mientras yo me desvanezco.